14.6.07

¿Y cuando se acaben los chicles?

Jo tía, es que sin chicle me aburro en clase”. Escuché hace pocos días esta lamentosa frase de una quinceañera cuando se dirigía con un grupo de amigas al casco histórico de mi ciudad, dedicado al jolgorio y a la bullanga. Después de cinco tediosos días de estudio e inaguantable sopor, llegaba el momento de 'desmelenarse' para disfrutar de una noche de alegría.

La exclamación de esta muchacha me impactó mucho, y por varias razones. La primera fue puramente formal: no se utiliza en la actualidad otra muletilla con más abundancia que el jo y el tío/tía, sumamente enojoso para el vocabulario cultivado y propio de una sociedad ilustrada como, teóricamente, debería ser la nuestra.

El lenguaje abreviado de los chats en Internet o de los mensajes por telefonía móvil está generando un sinfín de incorrecciones gramaticales y ortográficas que se trasvasan al modo de expresarse. De este modo, y generalizando, los jóvenes encuentran dificultades para construir composiciones léxicas más o menos ricas. Ay, si el renombrado lingüista don Fernando Lázaro Carreter, académico de las letras españolas, levantara la cabeza…

Más centrados en el contenido que en el continente, ¿qué podemos decir de esta muchacha que necesita un chicle para pasar el rato sin dormirse en el instituto? Realmente patético. Las reformas educativas de los gobiernos democráticos en España no han sabido, no han podido o no han querido profundizar en el más grave problema de la juventud actual, que no es otro más que el desapego a la Cultura , entendida en sus diversas ramas humanísticas.

El Estado es, en gran medida, culpable de este desvío, pero no el máximo responsable. Múltiples factores sociales: familia, amigos, compañeros,… son los pilares básicos de la evolución de una persona, y si en ellos no se presentan como atractivos la belleza del arte, el interés por la filosofía, la política o la historia, poco o ningún alcance tendrán los conocimientos comprimidamente adquiridos en el centro educativo.

Sirvan estas reflexiones personales para invitar a los lectores a ser partícipes del gran problema. Porque si decimos aquello de laissez faire, laissez passer, le monde va de lui–même nuestro paso por la vida se convertirá en algo tristemente improductivo y estéril. Como la pasta de un chicle usado.

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