31.1.07

Antonio Lara "Tono" a Miguel Mihura

Querido Miguel:

Tengo entendido que dentro de unos días se decide tu candidatura para ocupar ese sillón de la Academia que, parece ser, no tiene a nadie que se le siente encima en este momento y me aterra la idea de que te cojan distraído y te lo adjudiquen. No porque tú no te merezcas ese sillón y hasta una "chaise-longue", sino porque te conozco como si te hubiera visto nacer y no entra en mi cabeza el que tú te levantes a una hora prudente y te vayas a la calle de Felipe IV y te sientes en un sillón a inventar palabras con la de ellas que hay en el diccionario que nadie usa para nada. Y si el sillón ese te lo mandaran a Fuenterrabía o a General Pardiñas por lo menos, la cosa sería llevadera; pero eso de que tú tengas que ir a la Academia... ¡Vamos, que no... ! Yo, que, como sabes, te quiero bien, creo que tengo el deber de advertirte a tiempo del lío en que puedes meterte si no recapacitas a tiempo y, ¡ hala!, te metes en la Academia a lo loco.

Para empezar tendrías que mandar hacerte un frac, cosa bastante difícil porque ya no se encuentra un sastre ni para un remedio y, si lo encuentras, no sabrá cómo se hacen los fraques, ni cuántos faldones hay que colgarle, ni hasta dónde tienen que llegar; ni sabrán, tampoco, cuántas mangas hay que ponerle ni en dónde hay que pegárselas. Necesitarás también comprarte una chistera y, como las chisteras ya no se llevan más que en esos países africanos en donde se comen a los exploradores, tendrás que hacer un viaje a esas tierras llenas de mosquitos gigantes, y de arañas gigantes y de pigmeos gigantes y en donde hay que ir montado en una jirafa o en un tigre. Y yo sé la que armas cada vez que tienes que ir a Fuenterrabía, que parece más bien que te vas al Congo. Pues no te digo nada si a la vuelta te coge un vendaval con la chistera puesta... Se me abren las carnes al pensarlo, como vulgarmente se dice con permiso de la Academia.

Por otra parte, ¿tú te imaginas lo que será ser académico? Yo no lo he sido nunca, pero me figuro que ya no podrá uno escribir como quiera; porque ahora, cuando se le. antoja a uno describir a una señorita estupenda, por ejemplo, puede uno decir que está para parar un tren o que es la reoca, pero sabiendo uno que es académico y que hay que ponerlo debajo de la firma se sentirá como cohibido y acabará describiendo a un magistrado del Supremo. Claro es que, como a ti lo que te gusta es no dar ni golpe, puede que esto no sea ningún problema; pero, de todas maneras, el discurso de presentación no hay quién te lo quite.

¿Y si luego no te gusta el sillón que te corresponde? Porque tú, cuando vas a cenar a un restaurante tienes que probar todas las sillas del local antes de decidirte y comprobar que ninguna de ellas está situada en ningún lugar en donde pueda llegar la menor corriente de aire y que no tiene en el asiento ningún lavo.Y, por si fuera poco, ¿sabes cuánto cobran los académicos por ir todos los jueves a la Academia? No lo vas a creer, pero tengo entendido que cobran doscientas pesetas por cada reunión. Mucho menos que una asistenta, y no sé si os darán merienda. Y, claro, ¿qué palabras se pueden inventar por doscientas pesetas?

Creo que también suelen dar otras doscientas pesetas para el transporte y que, teniendo coche como tú tienes, puedes ahorrarte ese dinero, pero también corres el peligro de que, mientras tú estas discutiendo sobre la inutilidad de la "hache", vaya un guardia de los de la libretita y te ponga una multa de esas de cinco mil pesetas y tengas a la salida que inventar un montón de palabrotas indignas de un académico de la Lengua. Que no, Miguel, que no. Que si ahora te vas a poner a escribir como don Benito Pérez Galdós o como doña Emilia Pardo Bazán, no juego.

Recapacita, reflexiona, medita, cavila, repiensa, considera, concéntrate, ensimísmate, rómpete los cascos, devánate los sesos, tiéntate la ropa, entra en ti mismo y comprenderás que por ese camino no vas a ninguna parte, porque de pronto te da un aire y te quedas académico para toda la vida.

Con un abrazo,
TONO

27.1.07


"Todo esto estará igual. Igual, pero sin Carlos... También este paisaje se quedará sin mí. Las tardes seguirán enrojeciendo el aire. Se escuchará el oficio de los monjes. Se batirán las ramas de los árboles. Igual, pero sin mí... Dura el nogal, el agua, los olores. Sólo nosotros no duramos.... O acaso tengas razón tú, Borja.

Acaso algo quede, temblando como un eco, cuando nosotros nos hayamos ido... Algo a pesar de todo: casi nada: una respiración, un murmullo, una brisa que diga nuestro nombre a los que vengan..."


Carlos I a Francisco de Borja, S. I.
Recreación de Antonio Gala para la serie de TVE Si las piedras hablaran.

25.1.07

Las quejas, a Fidel


El mismo amigo que ya mencioné en otro post más abajo, me traslada a un curioso e interesante blog en el que se publican varios chistes sobre dictadores de todo signo: Franco, Pinochet, Stalin, Castro,... Dado que esperamos todavía cómo se desarrollan los acontecimientos en La Habana, y por tanto estamos ante un asunto de candente actualidad, os muestro éste:

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Un español de turismo en Cuba le pregunta a un cubano:
-En realidad cómo es vuestra vida en la isla?
-Pues no me puedo quejar. -respondió el cubano.
-Hombre. Entonces la dictadura no es tan mala como dicen, ¿no?
-Creo que no me ha entendido, señor. Le digo que... ¡¡no me puedo quejar!!

22.1.07

Los crímenes de la derecha


Hace tiempo que vengo pensando en los múltiples complejos de la derecha española. Muchas veces, creo que se trata de simples coletazos de un constante síndrome de Estocolmo. Desde los máximos responsables, como Aznar, Acebes o Zaplana, pasando por el democristiano Mayor Oreja o la liberal Aguirre, hasta el último afiliado de un pueblo castellano. Inexplicablemente, sienten por la izquierda, tan radical e incivilizada, una pasmada alucinación. Salvo en los discursos parlamentarios de Mariano Rajoy, cuando éste saca lo mejor de su gran oratoria, y despedaza a los endebles Zapatero y compañía.

Hay algo mezquino y cobarde en la derecha política de nuestro país. He meditado sobre este aspecto tibio y pusilánime. Creo que se debe al dichoso centrismo. Bautiza Federico Jiménez Losantos, con acerada agudeza, a esta “Maricomplejines”, corta de mangas y avergonzada de sí misma. Señala el periodista turolense que la derecha política no se merece a su base electoral. Creo que tiene razón. Pero va llegando el momento de interrumpir esa cadena de rígidas fidelidades. Y mucho más la base social católica que, tradicionalmente, ha sostenido al Partido Popular.

Esta formación política camina de espaldas a la Doctrina Social de la Iglesia. A veces, la golpea con violencia. Desprecia el magisterio de sus pastores, humilla a sus fieles y perjudica gravemente a la vida. Me estoy refiriendo, obviamente, a esa constante y brutal sangría que otros llaman Interrupción Voluntaria del Embarazo. Y que yo llamo por su nombre: aborto. La mayor carnicería que han visto los siglos. Ante la cual, el PP se mantiene, cuando no silente, cómplice. No puedo ni pienso seguirle por esa senda.

Sirva esta columna para despertar las conciencias de tantas almas cándidas, para que reflexionen sobre este inhumano y deleznable crimen que es el aborto. Reflexionen, también, sobre a quién depositan su confianza en las próximas elecciones generales. Y autonómicas.

17.1.07

El valor de una suegra

Pocos meses antes de morir, Jaime Campmany perdió a su ancianísima suegra. El veterano periodista le dedicó entonces unas pinceladas en su columna de ABC. Estas son las emotivas palabras del maestro, que copio para vuestro deleite. Ojalá todas las suegras fueran como ella. Y todos los yernos como él.

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Mi suegra

Tengo que cumplir con mis lectores habituales el deber de decirles que Campmany ya no tiene suegra. Estaba a punto de cumplir los 91 años, se le había atrofiado un riñón y el otro le funcionaba sólo a un quince por ciento, así que se acercaba irremediablemente a un final cercano. Pero conservaba la cabeza lúcida y fresca, la memoria ágil y el ingenio pronto, y aunque era dulce y cariñosa con todos los que la conocían, a veces tenía un atisbo de retranca muy murciana con una cantidad razonable de ideíca, y es que la vida la había tratado mal desde niña y tuvo que defenderse, no ya en este valle de lágrimas, sino en esta selva de dentelladas y zarpazos.

Se había quedado viuda con treinta y pocos años y con tres hijos, y era una de esas mujeres bravas y santas que sacan la casa adelante y combaten fieramente contra la pobreza a fuerza de trabajo y de vigilias. Ha muerto pobre, con una pobreza total y franciscana. Nunca poseyó un ladrillo, ni un palmo de tierra donde caerse mártir y muerta, ni sabía lo que era una cuenta corriente, ni un pequeño dividendo, ni una modesta pensión. Si es verdad que la pobreza es una predilección de Dios, mi suegra ya estará gozando del lugar reservado para los más dilectos bienaventurados. Yo creo que es la única persona que en esta Celtiberia de nuestros pecados y nuestros amores donde vamos tirando jamás ha recibido un real de papá Estado ni una miga del maná de Dios. Bueno, sí. El maná del Señor le llegó en forma de cariño y cuidado de sus hijos, entre los que, sin serlo biológico como ahora se dice, yo me cuento como uno más.

Estaba hecha a la labor sin descanso y a ser útil a los demás, y en eso encontraba su satisfacción mucho más que en el regalo o en el mimo. Había cumplido los noventa años y todavía espiaba la seguridad de los botones de mis camisas o de mis pijamas para ser ella quien los asegurara con un primor que nadie igualaba. Ya no la dejábamos hacer otras cosas. A cambio de eso, envidiaba mis platos y mis medicinas, y quería comer siempre lo mismo que comiera yo y tomar los mismos medicamentos que a mí me recetaban. Estaba convencida de que todo lo mío era lo mejor: los artículos, las opiniones, la comida, el vino (bebía medio dedo del que yo bebiera), los amigos y hasta los chistes. Yo le contaba chistes de suegras que le hacían reír incluso cuando el dolor de los últimos días la tenía encogida y trastornada.

Desaparecida Felisa, que vivió siempre rodeada de niños y crió a tres generaciones de chiquillos de mi familia, y muerta mi suegra, mi casa se quedará un poco vacía, porque de vez en cuando se me llenaba una nube de bisnietos que venían a revolotear alrededor del cariño y solicitud de la bisabuela, y ahora quizá vengan menos. La bondad de los viejos se conoce en el amor que derraman sobre las vidas nuevas, y estas dos viejas que han poblado mis años rebosaban de esa bondad. No era beata, ni gazmoña ni escrupulosa de ociosidad o de tontería, pero tenía la fe del carbonero, así que la felicidad de la fe sin dudas y sin ostentaciones la ha mantenido hasta el último de sus días en la esperanza y en la caridad. O sea, en la alegría y en el amor.

15.1.07

Paz


“La paz es un bien tan precioso, tan fecundo, tan deseable y deseado, que todo esfuerzo por su defensa, aun con nuestros mutuos sacrificios de las propias aspiraciones, ¡vale la pena!”.


Pío XII, Navidad 1957.

12.1.07

Sol, tierra y aire

Se acerca la hora, si no ha venido ya, de oír la Voz primera en que la Fuerza Santa arrolle, aprisione y envuelva para siempre.

Que mis palabras encaucen la verdad tenue, alumbren toda virtud y se paren ante Aquel que es origen del cosmos. Del sol, del aire y de la tierra.

¿Por qué esperar? ¡Ya, ahora!

8.1.07

España y libertad

Hace un par de años escribí este artículo que ahora comparto con vosotros.
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“Si España quiere que me vaya…” Vehemente y rotunda se muestra la concursante que lucha por conseguir una casa, encerrada en ella mientras otros compañeros la construyen. Un programa–basura que emplea el término “España” para referirse a los miles, millones tal vez, de telespectadores que contemplan con simpleza horas y horas de tediosa parrilla televisiva, es lo más patriótico que encuentro en nuestros días. ¿Para esto quedó España? ¿Para ser invocada por una señorita de escasa cultura y con ansias de fama y poder? ¿Eso es ahora España?

¿Qué fue de la España guerrera y religiosa, que sublimó conventos y cuarteles para gloria de Dios y de su Rey legítimo?

Ya el ardor apagado, el rezo olvidado, la nobleza perdida, el postrero democratismo liberal, sin brillo, la abstención en un régimen caduco y en decadencia, han de indicarnos cómo nuestra civilización confusa y torpe se dirige a la deriva, a la extinción sin remedio. No habrá piedad para nuestro mundo. Y cuando queramos advertirlo será tarde.

España es una nación histórica, con grandes atractivos culturales, turísticos y naturales. Su pasado glorioso, construido en la Edad Media y ensalzado en la Moderna con un imperio descomunal que no conoció el ocaso, nos dejó una lengua y una Religión que sitúa al hombre en el centro de la Creación y lo convierte en objeto sagrado de libertad y justicia.

Hoy, poco parece importar a esa inmensa mayoría de españoles, que supuestamente se autocalifican demócratas.

Y es que el voto es un derecho, pero también una responsabilidad y un compromiso con el régimen liberal parlamentario de sufragio universal y directo. Con estupor y verdadera lástima escucho las quejas de algunos frustrados votantes “hace demasiado calor”, “no apetece”, “estamos cansados de tantas elecciones”,… El voto es el único instrumento existente para ejercer el control al poder público y, en su caso, destituirlo o ratificarlo. Quien desea formar parte de una asociación política, deportiva, religiosa, laboral club, o lo que fuere, acepta unas normas y se compromete a cumplirlas.

El católico debe acudir los domingos a misa, confesar y comulgar, practicar el Evangelio y leerlo con asiduidad, obedecer a la jerarquía eclesiástica y a la cúspide papal. No hacerlo es ir contra la Iglesia. No hay catolicismo fuera de ella, y esto es una realidad incontestable.

Del mismo modo, el demócrata fiel, comprometido con la libertad individual de toda la humanidad, debería acudir siempre a votar, a ejercer su soberanía como mejor puede. El que no lo hace delega en otros su función, se desequilibra el régimen político de representación y se desnutre, en ausencia suya, el mismo sistema social.

El 13 de junio de 2004 España es un país “no democrático”. La mayoría de sus ciudadanos no han querido democracia.

¡Venga pues, y cuanto antes, un régimen despótico–militar para establecer, como desea la mayoría, un estado fuerte sin gobierno libre y sin libertades individuales!

Los españoles han preferido irse a tomar el vermouth y a charlar con los amigos, o a quedarse en casa viendo con una enjuta y basta señorita gritaba “¡Si lo quiere España, me voy de la casa!”. España se quedó en casa. España, hoy como ayer, siempre será un país llamado a la decadencia. Ya tendremos tiempo de pagar nuestro indiferentismo. Muy pronto.

6.1.07

Los Reyes Magos existen

Comparto esta historieta que encontré hace poco en un foro de Internet:
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¿Existen los Reyes Magos?
DR. LUIS SÁNCHEZ DE MOVELLÁN DE LA RIVA
Apenas había llegado su padre a casa y se disponía a sentarse para escucharla como todos los días acerca de lo que su hija le contaba de sus actividades escolares, cuando ésta en voz algo queda, como con un cierto miedo, le dijo:
-¿Papá?
-Si, hija, cuéntame.
-Oye, quiero...que me digas la verdad.-Claro, hija. Siempre te la digo, respondió el padre un poco sorprendido.-Es que... titubeó Macarena.
-Dime, hija, dime.
-Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Macarena se quedó mudo, tragó saliva, miró a su mujer interrogante, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro perplejo y tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
-Mis compañeras dicen que son los padres ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Macarena le obligó a volver la mirada hacia la niña y volviendo a tragar saliva le dijo:
-¿Y tú que crees, hija?
-Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero...como las niñas dicen eso.-Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
-¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos tristes y humedecidos- ¿Me habéis engañado!
-No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen. Respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Macarena.
-Entonces no lo entiendo papá.
-Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla. Dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que la sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
-Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal de Belén para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
-¿Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
-¿Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo. Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
-Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito...
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento y divertido, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
-Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿Qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
-¿Oh, Señor! dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
-No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
-¿Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? Dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.
-Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? Preguntó Dios.
-Sí, claro, eso es fundamental Asintieron los tres Reyes.
-Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?-Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje. Respondieron cada vez más entusiasmados los Reyes.
-Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
-Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre de Macarena hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres, dijo:-Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:-No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos y visiblemente emocionados.

3.1.07

Terrena non metuit
"Nada temió sobre la tierra"