21.12.06

Animaladas (4ª Parte)

Y colorín colorado, con este relato del romántico caracol cierro -de momento- el episodio de los animales curiosos.

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"Pero si lo que se desea es un romance verdaderamente exótico, no hace falta ir a la selva tropical a buscarlo: basta con salir al jardín y buscar al caracol común. Éste presenta aspectos tan complejos como el argumento de cualquier novela moderna, porque los caracoles son hermafroditas, de modo que cada uno puede gozar del placer del galanteo y del apareamiento tanto desde el punto de vista masculino como desde el femenino.

Pero, aparte de este doble sexo, el caracol posee algo todavía más extraordinario: un recipiente en forma de saco en su propio cuerpo, dentro del cual se manufactura un diminuto fragmento de carbonato cálcico, llamado dardo del amor. Así, cuando un caracol –que, como digo, es tanto macho como hembra –se junta con otro caracol, también macho y hembra, ambos se dedican al galanteo más curioso del mundo.

Se lanzan mutuamente sus dardos del amor, que penetran a gran profundidad y se disuelven rápidamente en el cuerpo. Parece que este curioso duelo no es tan doloroso como aparenta; concretamente, la penetración del dardo se supone que provoca una sensación de placer, quizá un extraño cosquilleo, al caracol. Sea lo que sea, pone a los caracoles en estado de entusiasmo para el importante asunto del apareamiento.

Yo no soy jardinero, pero si lo fuera es probable que abrigase buenos sentimientos hacia los caracoles que hubiera en mi jardín, aunque se comieran mis plantas. El animal que ha prescindido de Cupido, que lleva su propio carcaj de dardos por el mundo, creo que vale mucho más que todas las coles del mundo, asexuadas y aburridas. Es un honor tenerlo en el jardín".

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