Del Rey y de la Institución Real fue publicado en el mismo año (1598, luego lo sería en 1605, en Maguncia) en que terminaba un reinado, el de Felipe II, y comenzaba otro, el de su hijo Felipe III. Era, por tanto, un momento propicio para aconsejar al nuevo monarca y darle unas pautas de conducta a seguir durante su reinado. De hecho, había sido el preceptor del todavía príncipe, fray García de Loaysa, quien, habiendo percibido su escasa capacidad intelectual y fuerza de carácter, había encargado a Mariana esta obra para completar la formación del alumno.
Este documento se enmarca en una larga tradición de abundantes tratados políticos dirigidos a la instrucción del futuro soberano, en cuyas manos habría de concentrarse todo el poder del estado moderno. Aunque tienen su origen en la Edad Media, será en siglo XVI cuando estos textos se difundan de una forma extraordinaria. Así, nos encontramos con el Relox de príncipes de fray Antonio de Guevara, De regno et regis institutione de Fox Morcillo, el Norte de príncipes, privados, presidentes y embajadores de Antonio Pérez y De regno et regis officio de Ginés de Sepúlveda. Ya del siglo XVII es el Tratado del príncipe cristiano del padre Rivadeneira, la Política de Dios, gobierno de Cristo… de Francisco de Quevedo, y las Obras y días, manual de señores y príncipes del padre Nieremberg.
Nuestra obra objeto de estudio consta de tres libros, de los cuales el primero fue en su momento especialmente polémico, dando pábulo a considerar a su autor precursor de las ideas liberales sobre el origen de la soberanía real e, incluso, defensor del regicidio por criticar abiertamente a los regímenes tiránicos. De hecho, el Parlamento de París condenó este documento a la hoguera en 1610, por considerarla inspiradora del asesinato de Enrique IV a manos de un tal Ravaignac. Simplemente desarrollaba la idea, previamente elaborada por Francisco de Vitoria, que subrayaba la superioridad moral del derecho natural sobre cualquier poder estatal/monárquico.
Sin embargo, nuestro fragmento no alude a esta cuestión, sino que se centra fundamentalmente en los deberes “externos” del soberano: saberse contener en lujos y en los excesos del comer y del vestir.
Para Juan de Mariana resulta incompatible dedicarse al cumplimiento de las tareas del gobierno y de la guerra mientras que, al mismo tiempo, se abandonen los sentidos al esparcimiento. Señala en esto el origen de la decadencia española, haciendo una comparación histórica con otro gran imperio: “Deleites que antes no conocíamos han quebrantado, a ejemplo de los romanos y con no menor peligro, ánimos grandes e invencibles que habían sabido sobrellevar el trabajo y el hambre, vencido por mar y por tierra gravísimas dificultades, fundado un imperio que se extendió más allá del sol y más allá de los linderos del Océano”.
CONTINUARÁ EL PRÓXIMO LUNES
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