Querido Miguel:
Tengo entendido que dentro de unos días se decide tu candidatura para ocupar ese sillón de la Academia que, parece ser, no tiene a nadie que se le siente encima en este momento y me aterra la idea de que te cojan distraído y te lo adjudiquen. No porque tú no te merezcas ese sillón y hasta una "chaise-longue", sino porque te conozco como si te hubiera visto nacer y no entra en mi cabeza el que tú te levantes a una hora prudente y te vayas a la calle de Felipe IV y te sientes en un sillón a inventar palabras con la de ellas que hay en el diccionario que nadie usa para nada. Y si el sillón ese te lo mandaran a Fuenterrabía o a General Pardiñas por lo menos, la cosa sería llevadera; pero eso de que tú tengas que ir a la Academia... ¡Vamos, que no... ! Yo, que, como sabes, te quiero bien, creo que tengo el deber de advertirte a tiempo del lío en que puedes meterte si no recapacitas a tiempo y, ¡ hala!, te metes en la Academia a lo loco.
Para empezar tendrías que mandar hacerte un frac, cosa bastante difícil porque ya no se encuentra un sastre ni para un remedio y, si lo encuentras, no sabrá cómo se hacen los fraques, ni cuántos faldones hay que colgarle, ni hasta dónde tienen que llegar; ni sabrán, tampoco, cuántas mangas hay que ponerle ni en dónde hay que pegárselas. Necesitarás también comprarte una chistera y, como las chisteras ya no se llevan más que en esos países africanos en donde se comen a los exploradores, tendrás que hacer un viaje a esas tierras llenas de mosquitos gigantes, y de arañas gigantes y de pigmeos gigantes y en donde hay que ir montado en una jirafa o en un tigre. Y yo sé la que armas cada vez que tienes que ir a Fuenterrabía, que parece más bien que te vas al Congo. Pues no te digo nada si a la vuelta te coge un vendaval con la chistera puesta... Se me abren las carnes al pensarlo, como vulgarmente se dice con permiso de la Academia.
Por otra parte, ¿tú te imaginas lo que será ser académico? Yo no lo he sido nunca, pero me figuro que ya no podrá uno escribir como quiera; porque ahora, cuando se le. antoja a uno describir a una señorita estupenda, por ejemplo, puede uno decir que está para parar un tren o que es la reoca, pero sabiendo uno que es académico y que hay que ponerlo debajo de la firma se sentirá como cohibido y acabará describiendo a un magistrado del Supremo. Claro es que, como a ti lo que te gusta es no dar ni golpe, puede que esto no sea ningún problema; pero, de todas maneras, el discurso de presentación no hay quién te lo quite.
¿Y si luego no te gusta el sillón que te corresponde? Porque tú, cuando vas a cenar a un restaurante tienes que probar todas las sillas del local antes de decidirte y comprobar que ninguna de ellas está situada en ningún lugar en donde pueda llegar la menor corriente de aire y que no tiene en el asiento ningún lavo.Y, por si fuera poco, ¿sabes cuánto cobran los académicos por ir todos los jueves a la Academia? No lo vas a creer, pero tengo entendido que cobran doscientas pesetas por cada reunión. Mucho menos que una asistenta, y no sé si os darán merienda. Y, claro, ¿qué palabras se pueden inventar por doscientas pesetas?
Creo que también suelen dar otras doscientas pesetas para el transporte y que, teniendo coche como tú tienes, puedes ahorrarte ese dinero, pero también corres el peligro de que, mientras tú estas discutiendo sobre la inutilidad de la "hache", vaya un guardia de los de la libretita y te ponga una multa de esas de cinco mil pesetas y tengas a la salida que inventar un montón de palabrotas indignas de un académico de la Lengua. Que no, Miguel, que no. Que si ahora te vas a poner a escribir como don Benito Pérez Galdós o como doña Emilia Pardo Bazán, no juego.
Recapacita, reflexiona, medita, cavila, repiensa, considera, concéntrate, ensimísmate, rómpete los cascos, devánate los sesos, tiéntate la ropa, entra en ti mismo y comprenderás que por ese camino no vas a ninguna parte, porque de pronto te da un aire y te quedas académico para toda la vida.
Con un abrazo,
TONO
31.1.07
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