Fueron apenas unos segundos, pero cuando me saludó al terminar la cena sentí su mano fuerte y su mirada alegre, valiente y templada. En aquel instante me pareció estar frente a una de aquellas legendarias amazonas tratadas por la mitología griega, que luchaban a pecho descubierto, y cuya reina Talestris llegó a ofrecerse por esposa al mismísimo Alejandro Magno, dueño del mundo.
Hoy las amazonas viven en el País Vasco y se llaman Rosa Díez y María San Gil. Ambas, de partidos políticos bien distintos, luchan fieramente por la libertad y la unidad de España. Pero lo hacen sin armadura y sin espada, aunque –en eso sí como las míticas guerreras asiáticas– su combate es a tumba abierta, jugándose la vida. No en el honroso campo de batalla, sino en el callejón donde la nuca es atravesada por el proyectil asesino, o en el bajo del coche donde la bomba–lapa hace de las suyas, destrozando cuerpos y familias.
La cena estaba organizada por una asociación católica de periodistas españoles, en el corazón de ese Madrid opulento y señorial, ajeno quizás, tantas veces, a muchos problemas del entorno. Pero que ayer, al recibir la visita de Rosa Díez, debió estremecerse ante el testimonio valiente de una mujer que ha renunciado a las prebendas y cargos del partido por permanecer fiel al compromiso con sus principios. Algo que, desgraciadamente, no suele ser habitual en nuestra clase política.
Las preguntas de los asistentes comenzaron pasadas las nueve de la noche, cuando el primer plato era servido por los dos camareros sudamericanos. En su primera respuesta cargó contra la Iglesia española en general y vasca en particular, especialmente contra los obispos Uriarte y Setién, cómplices “no en el sentido penal, entiéndanme, pero sí por sus actitudes comprensivas con el entorno nacionalista, que ampara a los terroristas. Y me entristece profundamente esta postura porque yo respeto mucho a la Iglesia católica”.
Continuó la velada entre incisivas inquisiciones, tratando de sonsacar algunas críticas contra Zapatero. Nadie lo consiguió. “Me opongo radicalmente la línea política antiterrorista del Gobierno, que considero extremadamente peligrosa y equivocada. Me parece una locura de nefastas consecuencias. En el País Vasco hay un problema de terrorismo y de falta de libertad. En el País Vasco no hay democracia. Y esto es muy grave. Pero pese a todo, no quiero entrar en el juego de las valoraciones personales”.
Muchos de sus compañeros de partido, apoltronados y gozosamente instalados en los altos cargos del PSOE, llamaban a Rosa para manifestarle su apoyo personal, pero confesaban no querer hacerlo público por miedo a ser condenados al ostracismo. “Pues no hace falta que volváis a llamarme. Si queréis apoyar mi postura, hacedla pública y si no, os vais a la cama con mala conciencia o a confesar, que algunos incluso eran creyentes”.
El ejemplo de una mujer valiente y honrada, que ha renunciado a sus privilegios dentro del Partido Socialista (recordemos que fue candidata a la Secretaría General en 2000), volcada diariamente en la defensa de la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas del terrorismo. Y que ella misma, haciéndolo, se ha puesto, ella sola, en el centro de la diana de los criminales. Por defender dos ideas fundamentales. Dos ideas evidentes, sencillas, pero muy molestas para algunos. Dos ideas sin las cuales no tenemos, ni tendremos jamás, una verdadera democracia: España y Libertad.
18.4.07
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España y Libertad
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