4.11.08

Volveré

Pronto volveré a casa. De la que -quizá- nunca debí haber marchado. Volverá el cisne a surcar los cielos encapotados, invernales, fríos, nevados y grises. Cansado de navegar, de atravesar mares agitados y turbulentos. La bandera enhiesta y vapuleada; insultada la dignidad del Romano Pontífice. Pero el honor, intacto. Volverá el cisne.

26.10.08

El barco de la muerte

En 1922, Friedrich W. Murnau culminaba su particular versión del Conde Drácula con un largometraje considerado como una de las cumbres del cine expresionista alemán. Nosferatu el vampiro, solitario y siniestro, habita en su castillo hasta que, por diversas circunstancias, considera oportuno mudarse hasta Gran Bretaña con el afán de sorber la sangre de una hermosa joven inglesa.

En el periplo marinero que ha de conducirle desde los Cárpatos hasta las Islas Británicas, los tripulantes del velero se ven aquejados de una enfermedad que va diezmándoles paulatinamente, hasta quedar solamente Nosferatu como el único capitán del barco de la muerte.

Espantosa silueta de absoluta desolación y abominable paisaje que en poco podría parecerse (al menos en apariencia) al barco abortista que atracó en Valencia el pasado 16 de octubre. El triunfo de la cultura de la muerte se hace palpable y patente en esta circunstancia concreta, en la que de forma superficial y frívola, se despacha uno de los asuntos que más deberían escandalizar a las sociedades modernas: el aborto. Asesinato institucionalizado, crimen tolerado, el holocausto de nuestro tiempo.

Y lo es en su faceta más horrenda: pues se practica en aquellos seres humanos más indefensos, más débiles y más inocentes que pueda llegar a imaginarse. El niño no nacido es totalmente dependiente de la madre. Necesita de ella la luz, el alimento, la sangre. La vida. Y, sobre todo, el amor. Amor cálido y paciente que ha de culminar en el parto y prolongarse durante los años de la educación infantil y juvenil.

No es esta cuestión de religiones ni de ideologías. Es cuestión de vida o de muerte. De posicionamientos racionales frente a posicionamientos irracionales. No hay cabida para las medias tintas en asuntos tan diáfanos como el aborto, eufemísticamente calificado como “interrupción voluntaria del embarazo”.

En esta vieja Europa, de corazón duro, ha florecido la semilla del mal y de la destrucción, como campaba en el siniestro barco de Nosferatu. Pero también puede resurgir una concepción de la vida, positiva y sincera, que defienda al ser humano desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural. En nuestras manos está poder alcanzar ese objetivo.

7.10.08

La mirada


Contemplo su imagen y su rostro, perfilado y profundo. Con la diestra me bendice. A todos nos bendice.


En su mirada mezcla la curiosidad infantil, que aún conserva, y la sabiduría inmensa que pesa en sus años de docto profesor, sapientísimo maestro de teología y de moral.

Pero ahora es mucho más que eso. Es el padre, el pastor y el maestro. En los surcos de su cara envejecida se encuentra la gravedad del cargo que ostenta con mano firme y bondadosa. Dulce, decidido, austero, recio. Hijo de Baviera, Obispo de Roma.


De la católica y melódica Baviera. Amante del genio de Mozart y de los gatos callejeros. Tímido y elegante como ellos. La música de los siglos brota de su frente y de sus sienes. Arrugado, pero no marchito. Con tanto dentro que ni aún con tres siglos bastaría. Su cerebro portentoso nos ilustra cada día. Pontífice que enlaza este mundo con el otro. Príncipe y servidor, humilde y cercano.

Sí. Es él. Joseph Ratzinger. El sabio. Benedicto XVI. El Papa. Sí. Es él. Es Pedro. Quien nos mira -te mira- y nos -te- bendice.


Y que por muchos años así sea.

Non praevalebunt!

21.9.08

Grata compañera

Esta noche, sin saberlo, he llegado hasta ti, grata compañera.
¿O llegaste tú a mí, sin avisar?

Tardes enteras domeñando tus letras, enfrascándome en tus dibujos y en tus paisajes. Grata compañera.

Tú eres parte de mí. No. Algo más. Eres mi yo transformado en tu propia esencia. Grata compañera.

He cenado y he comido contigo entre mis manos. He volado y he soñado, siempre contigo, grata compañera.

Acampé junto a los diez mil soldados enjutos. El cantar de Roldán me rondaba. Llegué a rozar el compás de la dulce música, la tónica nocturna, la inmensa paz del bosque.

El silencio, grata compañera.

Contigo subí a las cumbres. Visité los dorados trigales, peinados de oro. Las violáceas vides y los verdes valles. De tu mano cogido me llevabas. De la ciénaga me librabas, grata compañera.

Pero un día crucé y no estabas. ¿O era yo el que no estaba? Despacio, lentamente, me escapé de tus brazos, grata compañera.

El olor a barro viejo, la puerta que se cierra y el grito que se esfuma. Cálido fuego y se va el tiempo.

Silencio, grata compañera.

Te fuiste sin que yo lo viera. La risa y la atención prestadas. La curiosidad insaciable, que nunca cesa. El ojo abierto y la pregunta presta. Una sorpresa tras otra, grata compañera.

Te fuiste, infancia mía. ¡Hasta siempre, compañera!

¡Se muere, se muere!

¡Se muere el césar!
¡Que no, que no!¡No puede irse!
¡Que sí, que sí! ¡que se va!
Emperador de romanos,de Castilla soberano,el rey de Aragón,monarca del sicilianoy del Rosellón gran señor!
¡El flamenco se va, para siempre se va!¡El hijo, el hermano y el padre, se va!
¡Contra el turco combatiente,enemigo del luterano acuciante!
¡Se va para siempre,hijo de Juana y Felipe!
Se va Carlos de Gante, ¡se va!
¡Se va!
¡Mira, mira cómo corre el verderón tras el seto de Yuste!
¡Se va, se va!
Pero ahí pervive su recuerdo y su memoria.
Su piedra y su cadáver......Su historia, nuestra Historia.
Se va Carlos, el césar... ¡No, no se va!
¡Se queda!
.-

20.9.08

No todos comprenden esta doctrina

Tras una conversación con amigos, vengo desalentado a la máquina. Yo era el único que veía lógico y normal esperar hasta el matrimonio para mantener relaciones sexuales. Cierto que ninguno de estos amigos es católico practicante.

Algunos de los presentes ni siquiera ha recibido una mínima instrucción cristiana que les haga ver, con la necesaria nitidez, los consejos morales impartidos por la Iglesia al respecto. Pero no sólo eso, sino que los que deseamos mantener en reserva una de las partes más íntimas de nuestra humana condición, somos mal vistos, como rancios retrógrados, arcaicos recalcitrantes o dinosaurios de otra época, felizmente superada.

La sociedad hedonista que padecemos ha aniquilado el valor de la castidad, entendida por el Catecismo como "integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual". Pero, claro, llegados a este punto yo me pregunto: en un mundo donde se ha echado por la borda todo lo referente a la dimensión transcendente del ser humano, de la existencia del alma inmortal, de lo perdurable y lo eterno, ¿cómo va a encajar todo esto?

"La castidad -continúa el Catecismo- implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado". Y en la misma dirección, el recordado Siervo de Dios Juan Pablo II va más allá para referirse a «la castidad perfecta por el Reino de los cielos, considerada la puerta de toda la vida consagrada» (Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 33, 1996).

Ni siquiera se comprende, hoy en día, el aspecto sexual más que desde un mero genitalismo, burdo y zafio hasta el extremo, sublimado por los medios de comunicación (especialmente audiovisuales: una serie de televisión, "700 euros", trata, precisamente, el asunto).

Ante esta coyuntura, los cristianos sólo tenemos dos salidas posibles: o mantenernos firmes, o ceder. Ceder ante la voluntad general, arrastrados por el magma de lo fácil, o mantener el tesoro de la castidad como don preciado, alegre y gozoso, en la certeza de que Cristo "conoce muy bien el interior del hombre" (Jn 2, 25). Que Él, de un modo u otro, sepa perdonar a los que no han tenido la oportunidad de conocer su Palabra.

Pues, a fin de cuentas, "no todos comprenden esta doctrina, sino aquellos a quienes les es concedido" (Mt 19, 11).

27.4.08

Sorprendida en el balcón

Siempre he pensado que la astucia femenina es notablemente superior a la masculina. Salvo casos excepcionales, la mujer sabe salir de las situaciones difíciles bastante mejor que el varón. Y para muestra un botón:

Como recordarán, el conde de Villamediana, conocido ya por mis lectores, estaba muy enamorado de Isabel, primera esposa de Felipe IV de España y III de Portugal. El rey, que sabía esto, quiso un día sorprender a su mujer aprovechando que se encontraba asomada a la ventana sobre los jardines de palacio. Se acercó cautelosamente sin ser oído.

Cuando puso las palmas de sus manos sobre los ojos de la reina, ésta, sin volverse, exclamó lánguidamente:

- ¡Estaos quieto, conde!

En ese momento hubo un frío silencio que sorprendió a Isabel. Al volverse, se encontró con su propio marido, sumamente enojado por ser llamado de aquella forma. Sin embargo la soberana supo reaccionar a tiempo, respondiéndole con refinada coquetería:

- ¿Pues acaso no sois vos conde de Barcelona?