10.5.07

Recuerdos de una cobaya

En septiembre de 1996 me preparaba para iniciar una nueva etapa: la enseñanza media en el instituto. Me encontraba francamente preocupado por la situación que se me avecinaba y estaba, de verdad, asustado. Para colmo, en aquellos días caí en fiebres con una ligera infección en la garganta. Mientras daba vueltas en el lecho de la enfermedad pensaba en las abundantes mascotas que en mi vida había tenido: canarios, periquitos, diamantes mandarines, peces, tortugas, hámsters, gusanos de seda,... ¡Hasta una hormiga león! Pero me faltaba un animal. El conejillo de Indias o cobaya. Así que, en un momento de lucidez, me levanté del catre y me dispuse a ojear el libro doméstico en el que aparecen infinidad de animalillos caseros. Y allí estaba, regordeta y campante, la cobaya multicolor. Leí con avidez sus características y cuidados, la reproducción y su alimentación adecuada. Al cabo de unos segundos en mi mente calenturienta se forjó una idea. En cuanto pudiera ponerme en pie para salir a la calle, ¡me compraría una cobaya!

Y dicho y hecho, cuando la mejoría se hizo evidente en mi cuerpo joven y fofo, allí estaba yo, con mi hermana y mi padre, en la pajarería de las Galerías Boisán. Dispuesto a adquirir tan simpático roedor. Fue mi hermana la conquistada por el animalejo que la vendedora colocó en sus manos: un bella hembra de color blanco y marrón, mansa en extremo. Y así fue cómo durante varios años, más de media década si no recuerdo mal, la pequeña "Rudy" (así la bautizamos) habitó entre nosotros, alegrando las tardes con su habitual chillido, emitido para pedirnos alimento, o sus graciosos paseos por la casa. En esos años llegó a ser madre primeriza, visitó aventurera varias comunidades autónomas (durmiendo noche en un hotel de Teruel), vivió en Alcalá y fue enterrada con solemnidad en Guadalajara.

No es que una cobaya aporte mucho a la vida de una persona. Su conversación es ciertamente escueta y simplona. Pero al echar la vista atrás, uno va recordando momentos, y en esos momentos pasados hay personas y animales que constituyen nuestra propia identidad y nutren la nostalgia de los tiempos pasados.

In memoriam.

P.D. La cobaya de la foto no es Rudy, la encontré en Internet. Pero se le parece mucho.

3 comentarios:

Leandra dijo...

Siempre quise un roedor de esos. Me gusta su forma, su suavidad y esa cara inocente que tienen. Lo que si tuve fue un conejo, y tengo grabadas increibles imagenes de sus paseos por mi casa, de cuando se subía a mi cama en las mañanas, o cuando me robaba galletas de chocolate. Gracias por recordarmelo hoy :)

Cisneriano dijo...

Muchas gracias por tu comentario Leandra. Eres bienvenida a este blog y puedes participar siempre que quieras o te apetezca. Un saludo.

Anónimo dijo...

a mi tamben me gustan mucho son muy fugetonas y presiosos pero tengo un problema tengo una embra y de repente a empezado a echar como huevos de sangre con algo dentro por sus partes y no se lo k puede ser a soltado cuatro yo creo k pueda ser un aborto.
saluditos y gracias