30.10.06

La crisis de la televisión (3ª y última parte)

Tercera y última entrega de mi anticuado comentario sobre Los Serrano. Que os sea leve.

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Más absurdo y contradictorio resulta ver todavía como estos mismos que desprecian el sentir cristiano, acuden a la parroquia para recibir los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación, sin ningún tipo de preparación previa. Ofender a los cristianos es relativamente tolerable, pero escupir literalmente el Cuerpo de Cristo tras recibir la Comunión, como hizo uno de los personajes, no lo es.

Reírse descaradamente de la sensibilidad católica de millones de españoles, debería exigir una rectificación por parte de los responsables de la cadena. Pero no creo que ello se produzca, y si así fuera, no se trataría de un sincero arrepentimiento. Personas que con total gratuidad insultan las creencias de tantas otras, difícilmente serán capaces de pedir humildemente perdón.

Pero no sólo en ataques a la Iglesia se basó el capítulo de Los Serrano. Otras ristras de inmoralidades fueron tratadas, como cuando un alocado y casquivano adolescente, se cree dueño de un singular poder de seducción. Como un Tenorio en plenitud, conquista y abandona a las chicas que se le antojan. Cuando, por fin, parece enamorarse auténticamente de una inocente sordomuda, vuelve a rehacer con premura su necedad sin límites.

La tercera historieta, aunque secundaria, no deja de tener gravedad. El mediano de los hijos del matrimonio es un niño que roza la pubertad. Dispuesto a no cesar su naturaleza irreverente y gamberra, chantajea a su hermano menor para que se finja poseído por Lucifer, sin que la autoridad de sus padres se imponga para castigar sus extraordinarios desmanes.

No sabría decir si la televisión es reflejo de la sociedad o viceversa. Lo que me parece profundamente detestable es que los principios de respeto a los demás, obediencia a la autoridad, el 'saber estar', no aparezcan reflejados en productos tan consumidos por la juventud.

A pesar de que los medios de comunicación son, hoy en día, más poderosos educadores que la familia y la escuela, los que hemos visto con desazón este episodio, deberemos ser atentos vigías para combatir con firmeza el modelo social frívolo y superficial que se nos presenta. Y en eso estamos.

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