22.10.06

La sonrisa del vagón


Tren de dos plantas. En la superior, un padre juega con su hija. Ambos son rubios. Palmotean con alegría mientras ella ríe a carcajadas. La niña no tiene más de cuatro años de edad y lleva el pelo recogido en dos simpáticas coletas. El acento de ambos, a pesar del color de sus cabellos y los ojos azulados, es sudamericano.

La espontánea alegría de la pareja contrasta con el silencio tedioso del resto de los pasajeros. Caras largas, serias, cansadas, que miran a su alrededor como quien contempla el fondo de un vaso de agua. Miradas que, en algunos casos, vienen cargadas de rencor, sufrimiento y somnolencia. Por eso, creo que la inocencia de esa niña dibuja en la monotonía del vagón un rayo de esperanza. Un rayo de ilusión.

Fuera, paisajes de acero en el camino, casas blancas y tejados de cielo gris y seco. Los hierros oxidados sustituyen a la vieja, noble, verdura del lugar. Interrupciones de electricidad, masas de cemento y océanos de ruido.

Sequedad en el ambiente y en las almas. Y alegría en el vagón. Hoy, el tren de cercanías sonríe, tímidamente, entre su ronquido constante, pegado a los raíles, con la niña de las coletas azules.

Atocha-Alcalá, 17 de julio de 2006

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tomar el tren de cercanías todos los días, me recuerda a aquellos versos del poeta sevillano Antonio Machado:"Yo, para todo viaje -siempre sobre la madera de mi vagón de tercera-, voy ligero de equipaje, si es de noche, porque no acostumbro a dormir yo, y de día por mirar los arbolitos pasar, yo nunca duermo en el tren, y, sin embargo voy bien."
Hoy, ya no hay asientos de tercera, ni son de tablones de madera, sino que han sido sustituidos por asientos ergonómicos de plástico igual de incómdos aunque para viajes mas o menos cortos. Digamos que los cercanías o los rodalíes como los llaman en Cataluña son los modernos trenes de tercera. Digo trenes de una sola clase. la tercera.
Nos maravillamos de los modernos trenes de largo recorrido y alta velocidad que cruzan nuestra piel de toro. No nos damos cuenta que a pesar de que han mejorado muchisimo las comodidades hasta un nivel mucho mas europeo y han subido también los precios, siguen habiendo clases. La primera por club si es en Alta Velocidad, la segunda preferente y la tercera turista. Pero casi nos da lo mismo porque de aquellos tablones donde viajaban nuestros abuelos y nuestros padres a los asientos ergonómicos de varias posiciones de gomaespuma, con su bandejita, su portavasos, su hilo musical, video, aire acondicionado, azafatas, etc. ha habido mucho recorrido, pero no demasiado y es que viajar en tren es rodar el tiempo.
¿Quién no se ha fijado nunca cuando va en el tren de cercanías en el display que indica la fecha, la hora, la temperatura, el destino y la próxima parada? Notar que el mismo tiempo corre a la par del convoy.
Cada vagón se lleva una pequeñísima parte de la vida de cada pasajero:
-"Hola, estoy en el metro, digo en el tren...
- Hombre chaval, hacía tiempo que no coincidiamos de donde vienes
- Voy a casa, vengo de currar.
- El otro finde nos recogimos a las cinco y vimos a...
- ¡Pero tu eres tonta!, ¡Eres gilipoyas, imbecil! ¿para que llamas a mi casa!? tener amigas para esto.

Así son los trenes, monstruos de metal que corren sobre caminos de hierro, devoradores de kilómetros, transportes de personas y de sus vidas.

Cisneriano dijo...

Muchas gracias por tu inestimable comentario, mas me gustaría firmaras con un apodo que me indicara quién eres. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Tu relato me ha encantado.
Has sabido describir muy bien lo que sentiste en aquel tren.
A mi parecer, la niña simboliza la pureza, la libertad y la inocencia de la propia vida, llena de contrastes grises y oscuros frente al ambiente cálido que se respira cuando la miras.

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