23.2.07

La cruz del sectarismo

Anoche tuve la oportunidad de asistir a una cena-coloquio en Madrid, organizada por Crónica Blanca, una asociación de jóvenes periodistas católicos. Acudió un invitado de excepción: Víctor Arribas, presentador del Telediario 1 de Telemadrid. Durante más de tres horas departió amablemente con los asistentes, mostrando la cara más amarga del trabajo periodístico: las acusaciones, los ataques, las calumnias, las injurias, las humillaciones. Habló de sus problemas en el ente público madrileño, de las presiones recibidas por los sindicatos y la campaña constante de acoso y derribo orquestada por el Grupo Prisa, con la única finalidad de hundirle profesionalmente y dañar al PP.

Por contra, Víctor Arribas se mostró como un profesional entero, serio y capaz, profundamente enamorado de su trabajo. Leal hasta el extremo con su empresa, afirmó que, aunque en algún momento no esté de acuerdo con decisiones de la dirección, "yo las acepto y las llevo a cabo hasta las últimas consecuencias, a muerte. Porque es el pan de mi familia". El semblante sereno de Arribas, su voz cálida y su temperamento moderado no se alteraron a la hora de defender la profesionalidad de Federico Jiménez Losantos, Matías Prats, Alfredo Urdaci y Ernesto Sáenz de Buruaga, entre otros periodistas.

Señaló, entre risas, que uno de los momentos más complicados al frente del Telediario fue cuando se cayó el helicóptero de Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy en 2005. Asumió la presentación de las noticias sin apenas información y hubo de improsivar, tratando de mantener la compostura en todo momento.

La mayor tragedia de los últimos tiempos que le tocó retransmitir en directo, cuando todavía trabajaba en la radio, fue el 11-S. Una pesadilla de la que todavía estamos viviendo sus consecuencias políticas, sociales, económicas y militares. Y, por supuesto, la masacre, aunque más de ámbito más "local", del 11 de marzo de 2004 y su repercusión electoral.

En definitiva, una velada agradable que se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Los vapores del vino y los suculentos manjares deglutidos en el restaurante suavizaron la distancia que media entre la calle Serrano y mi hogar complutense.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena crónica, Señor Cisneriano

Visite mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/labanderadeadiosayer.php

Anónimo dijo...

Has filtrado una información confidencial al Grupo Prisa, pues sé de buena tinta que el señor Polanco, junto al comandante Fidel, es habitual lector de tu blog. ¡La España tradicional no te perdonará jamás esta afrenta! Aunque en tu defensa puedes alegar (yo fui testigo neutro de los hechos)que el vino, que consumiste sin moderación, alteró tu razonable juicio...

Saludos, amigo vividor

Miguel Ángel Malavia