3.12.06

Paseando a Miss Daisy

Hoy voy a hablaros de una película que hace mucho tiempo dejó de estar en la cartelera: Paseando a Miss Daisy. Tantos años han pasado que puede que algunos de vosotros ni tuviera los dientes todavía. Soy un exagerado: la película es de 1989, y por entonces algunos ya teníais hasta la muela del juicio.

Bueno, vamos a lo interesante, que es a lo que hemos venido. La película narra dos historias paralelas y totalmente complementarias. Por un lado, la amistad fraguada entre miss Daisy (Jessica Tandy), una anciana maestra, judía de origen alemán, que vive en Georgia, Estados Unidos, y Hoke Colburn (Morgan Freeman), su chofer negro, amable y paciente hasta límites asombrosos para la sociedad actual.

Y digo ésto porque, por otro lado, a lo largo del filme se van desgranando aspectos de la mentalidad racista que todavía imperaba en la América de mediados del siglo XX. Los negros aceptaban resignados los trabajos más denigrantes y el trato más vejatorio. De hecho, Martin Luther King y su lucha por la igualdad aparecen citados en varias ocasiones. Un retrato, por tanto, bastante certero de la época de segregaciones raciales.

En mi opinión, creo que estas tres escenas son las más conmovedoras.

1. Miss Daisy, avergonzada por la mirada inquisitiva de sus vecinos, que la ven caminar mientras su insistente chofer le ofrece montar en su coche, accede por fin a subir. El pie de Hoke pisando el acelerador de arranque y la consiguiente vuelta de rueda del automóvil, unido a la música que comienza, encuentra uno de los clímax del largometraje.

2. La pareja protagonista viaja hasta Alabama para celebrar el cumpleaños de un familiar. A mitad de camino hacen una parada en el campo, y la anciana Daisy, en un arrebato de añoranza, rememora la primera vez que vio el océano, allá por 1888. La breve e intimista conversación entablada entre ella y Hoke resulta, cuanto menos, edificante.

3. La escena final. Sin grandes destellos de genialidad, ni proezas artísticas. El ya anciano chofer, oculto tras unas gruesas gafas que aumentan el tamaño de sus ojos, el pelo cano y la arruga abundante, visita a su vieja amiga en la residencia de ancianos, donde se encuentra alojada desde hace unos años. La banda sonora de Hans Zimmer se entremezcla con el leve diálogo, breve y superficial, de los protagonistas, que concluye y llega a la cima con el oscuro final.

En resumen, una buena película costumbrista, basada en la obra teatral Driving Miss Daisy, y que mereció en su día cuatro estatuillas de la Academia de Hollywood. La historia de dos vidas que corren paralelas hacia la decadencia física pero que encuentran, con el paso de los años, el sentido de la verdadera amistad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante iniciativa.Muy actualizados los artículos. No me gusta ni un pelo el título del blog.
UN abrazo

Gigas de ideas dijo...

Enhorabuena por haber elegido tan bello film, en el cual se retrata una maravillosa enseñanza de convivencia entre culturas, mentalidades, razas y religiones.